El maratón cómo experiencia de vida

Para alcanzar resultados distintos hay que estar dispuestos a hacer cosas distintas

Para correr un maratón hay que entrenar con disciplina. Hay que seguir un plan y atenerse a ello, por mucho esfuerzo que implique. Hay que enseñar al cuerpo a hacer algo que hasta ahora no ha hecho nunca y hay que conocer su funcionamiento para que no le resulte demasiado complicado. Durante los siete meses que duró mi entrenamiento cambié mi dieta, mi rutina, mi vida: entrenaba de madrugada, me acostaba pronto, bebía silicio líquido para proteger las articulaciones, me duchaba con agua fría para tonificar los músculos y favorecer la recuperación, si estaba lesionado seguía entrenando pero sin cargar la lesión.  En siete meses no me salté ninguno de los entrenamientos establecidos por mucho frio o calor que hiciese y estuviera donde estuviera; en Madrid, de vacaciones o fuera por trabajo.  Tenía claro que para acabar el maratón no podía permitirme el lujo de transmitir a mi cerebro que un contratiempo por muy grande que fuera pudiera hacer que me saltara un entrenamiento. Por mucha pereza que me diera o por mucho que me costara empezar un entrenamiento, no me salté ninguno.