Mi primer coach y autentico líder: mi padre
Mucho de lo que soy hoy lo debo a mi padre. Siempre recuerdo con mucho sosiego su manera de vivir la vida, que no es enfrentarse a ella sino vivirla. Me enseñó a amar la diversidad, a respetar y aprender de la opinión de todos, que cada uno de nosotros es especial en algo porque todos somos hijos de Dios; nadie es el mejor en todo y todos somos buenos en algo. Somos ciudadanos del mundo y las banderas deben servir para unir y no para dividir. Su manera de enseñar consistía en dar ejemplo haciendo lo que predicaba. El suyo era un mundo de Valores.
Cuando yo era un niño, mi padre tenía una habilidad especial para no decir lo que pensaba que fuera mejor, sino dejar que lo descubriera por mí mismo, lo quisiera, y fuera un placer el esfuerzo para conseguirlo. Siempre me animó a seguir mi camino sin imponerme ninguno.
En la infancia se empieza a moldear el carácter de una persona, desde niño se aprende que hay que equivocarse para hacer las cosas bien, y una vez que se hacen bien siempre podemos preguntarnos si hubiésemos podido hacerlas mejor e intentar mejorarnos.
Un verdadero líder predica con el ejemplo y, repitiendo hábitos días tras día, forja el carácter de sus hombres. Para mi padre no existían inconvenientes y todos se convertían en oportunidades de “nicolinatas”. Sí, mi padre se llama Nicola y “nicolinata” era como cariñosamente llamábamos cada solución que encontraba, pura creatividad.
Estimular la creatividad de un niño es lo mejor para aumentar su confianza en poder solventar cualquier situación pueda encontrarse en la vida. Con el ejemplo mi padre enseñaba a diario que nosotros somos los dueños de las situaciones y no lo contrario, que nuestro éxito está en nuestra mente y solo hay que darle forma. Sonreír a la vida hace que la vida nos sonría, el suyo era optimismo en todo momento.
Hace unos meses por un problema de salud tuvo que estar ingresado también en las Navidades, habiendo perdido en poco tiempo mucha calidad de vida desde el verano pasado.
Cuando fui a verle en el hospital, sorprendía a los médicos (pero no a mí) porque intentaba hacer ejercicio en el pasillo para poder estar en forma cuando iba a salir del hospital y volver a pasear por el paseo marítimo… ellos no lo tenían claro..
Mi padre tiene 87 años, ha vuelto a casa , ha recuperado mucha de la calidad de vida que había perdido y anda normalmente. Lo ha conseguido porque estaba convencido de poder hacerlo y, como autentico líder, ha seguido marcando para mí el camino a seguir.
Gracias papá por enseñarme que lo importante no es no caerse sino saber levantarse, gracias por haber hecho un hombre de esa pequeña criatura que al nacer mirabas con tanto amor. Con solo recordar tu forma de ser, de vivir la vida intensamente y con pasión, nunca me sentiré solo en el camino de la vida. Puedes ser feliz, tu hijo desea que un mañana digan de él: era como su padre.